«Todos vivimos en un submarino amarillo.»

Leah

Playas, surf, mucha pintura entre los dedos y la música de Los Beatles de fondo. Alice Kellen vuelve con una historia cautivadora que no podrá evitar robarnos un trozo de nuestro corazón.

Todo lo que nunca fuimos es un libro repleto de detalles, de narraciones de momentos y pensamientos que van poco a poco desmenuzando los sentimientos y el carácter de los personajes para trazar una historia que parece lejana —todo sucede en las exóticas playas de Australia—, y cercana a la vez.

El libro se centra en Leah, una joven que ha quedado destrozada tras la muerte de sus padres, y que ahora, debido a un nuevo trabajo que ha obtenido su hermano, debe irse a vivir con Axel, quien no sólo es el mejor amigo de su hermano, sino también su gran amor de la infancia.

Resulta complicado describir a los personajes porque realmente el libro se centra en su crecimiento, en como ellos van evolucionando a raíz de lo que ha pasado y pasa en la historia. Leah está perdida, batalla en gran medida por saber quién es tras la pérdida que ha sufrido y cómo seguir adelante, y Axel, aunque puede parecer una persona totalmente cómoda en su piel, pronto empieza a dejar ver que tiene muchos demonios escondidos con los que aún tiene que lidiar, aunque en este libro apenas se esbocen.

Con la música de los Beatles y el proceso creativo de la pintura, la autora nos va reflejando poco a poco el cambio que sufren estos personajes, su evolución. La estructura del libro agiliza mucho la lectura, no hay capítulos al uso, sino que vamos cambiando entre impresiones de Leah y Axel, con partes de distintas longitudes en primera persona de cada uno de estos protagonista. Todo lo que nunca fuimos es un libro que no puedes evitar devorar, centrada por completo en el desarrollo de sus personajes que acaban por cobrar vida dentro de nuestra imaginación y en una historia de amor que se esboza repleta de complejidades.

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